NEPAL, UN DESCANSO DESPUES DE LA INDIA
Entramos a Nepal en un momento histórico para el país del Himalaya: pocos días antes se había decretado el fin de la centenaria monarquía y se había instaurado la república. En el mismo puesto fronterizo se advertía el clima de cambio, con pintadas en el arco de entrada donde junto con el “Welcome to Nepal”, habían escrito a mano “Welcome to the Federal Republic of Nepal (maoist)”. La antigua insurgencia comunista-maoísta se ha convertido en la principal fuerza política del país, ganando las elecciones a la Asamblea Constituyente y forzando, días después, la retirada sin atenuantes del ex rey Gyanendra.
En ese clima comenzamos a pedalear por la región conocida como el Terai que, al contrario del resto de Nepal (y de la imagen que generalmente se tiene del país), no es montañosa sino llana, como prolongación de la llanura del Ganges que veníamos recorriendo desde la India. Pero, a diferencia del enorme vecino, en Nepal la llanura está dominada por una vegetación selvática y abundante, producto de la menor población y de una política de conservación más activa. El calor, sin embargo, siguió insoportable.
A poco de cruzar la frontera, donde fuimos agradablemente tratados por los oficiales de inmigración, llegamos al pueblo de Bhairawa, puerta de acceso a Lumbini, lugar de nacimiento de Buda y uno de los sitios sagrados de esa religión.
Lumbini es parte de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO y alberga algunos monumentos budistas antiguos, mayormente estupas de oración, y una estela erigida por el más importante de los emperadores budistas de la India, Ashoka, en el siglo III AC. Cubierto por un edificio de ladrillos rojos, se encuentra el antiguo templo que señala el supuesto lugar de nacimiento de Sidharta Gautama, el príncipe que, en el siglo VI AC, se convirtió en Buda, el iluminado, y dio comienzo a la expansión de lo que a posteriori se convirtió en una de las religiones históricas más importantes de Asia. Alrededor de este sagrado lugar, los budistas de todo el mundo han construído un parque con monasterios que reflejan la forma particular que adquiere el budismo en cada país. Hay templos de China, Vietnam, Birmania, Sri Lanka y otras naciones asiáticas e, incluso, de congregaciones budistas europeas.
Después de un día visitando Lumbini, continuamos nuestro viaje rumbo a Kathmandú, la mítica capital de Nepal. Decidimos aproximarnos por el Terai, para aprovechar el llano y visitar el Parque Nacional Chitwan, uno de los mayores refugios de vida selvática del subcontinente indio. Pasamos el poblado de Butwal, donde la ruta se divide entre la que se interna en la montaña y la que sigue hacia el este por el Terai, y tomando esta ruta llamada Mahendra Highway, hicimos una larga jornada hasta el cruce de caminos de Narayangarth, adonde llegamos ya oscureciendo. Debimos atravesar una estribación montañosa que nos obligó a una extenuante subida de 8 km. que, con el agobiante calor, se hizo bastante difícil.
Al día siguiente llegamos al pueblo de Sauraha, un agradable lugar que da entrada al Parque Chitwan, totalmente embarrados por la lluvia y la tierra acumulada en la ruta. La bicicleta quedó en un estado lamentable de mugre y ruidos por todos lados, por lo que tuvimos que hacer una limpieza y aceitado a fondo.
La visita a Chitwan incluyó un paseo en canoa por el río Rapti, de hermosas y tranquilas aguas, con algunos cocodrilos y gaviales. Tuvimos la compañía de un chino que cantaba y le hablaba a los animales, con quien también compartimos posteriormente el safari en elefante.
En el Parque se encuentra el Elephant Breeding Centre, donde se cría y domestica a los elefantes que después llevan a los turistas de paseo, aunque su uso tradicional era más extendido e incluía el transporte de carga, la cacería de tigres y la guerra.
El safari en elefante resultó una buena manera de recorrer la selva. El elefante asiático es domesticable, a diferencia del africano, y viajar en el lomo de semejante bestia permite ver la jungla desde unos cuantos metros de altura, sin espantar tanto a los otros animales como lo haría un jeep y sin correr los riesgos de la caminata (ha habido varios casos de ataques a turistas por tigres y rinocerontes). Aunque incómodo para sacar fotos por el movimiento oscilante bastante fuerte, pudimos ver así a varios ejemplares del raro rinoceronte indio, de un solo cuerno y aspecto acorazado.
Ver las fotos del recorrido por la región del Terai.
LA DURA SUBIDA HACIA EL VALLE DE KATHMANDU
A poco de retomar la ruta comenzamos a subir, siguiendo el zigzagueante recorrido del río Tribuli, transpirando a mares. El camino se apartó del Terai y se internó en regiones de geografía más intrincada y mayor pobreza de su campesinado, con muchas casas de madera y magros recursos. Después de una ruta de transición de unos 35 kilómetros, empalmamos con la carretera más importante del país, que une las dos mayores ciudades, Pokhara y Kathmandú. A pesar de los anuncios repetidos sobre el peligroso tráfico, no nos resultó tan riesgosa, por lo menos después de la experiencia por las rutas indias. El tránsito sigue sin tener prácticamente reglas y con abuso de bocinazos (aunque no en la escala del país vecino) y el mantenimiento del camino es a todas luces bastante deficiente.
Sin embargo, lo peor que nos pasó no fue el peligro de ser atropellados por un camión, sino la pérdida de una alforja, que voló al pasar sobre un profundo bache al final de una bajada veloz. El portaalforjas delantero ya venía dando señales de que no iba a durar mucho más, y varias veces habíamos tenido que parar para ir a buscar alguno de los bolsitos. Pero esta vez tuvimos la mala suerte de que la alforja pasara por sobre el costado de la ruta sin defensas de ningún tipo y desapareciera. La vimos flotar y hundirse en cuestión de segundos en las turbulentas y rápidas aguas del río Tribuli, usado generalmente para hacer rafting. Con ella se fue también toda la indumentaria deportiva y de verano de Karina, que se quedó, además de con lo puesto, con un montón de ropa de abrigo, inservible para nuestro recorrido en Nepal y en cualquier otro de los países por venir.
Al día siguiente nos quedaban unos cien kilómetros para llegar a Kathmandú, en los que tenímos que ascender aproximadamente mil metros de desnivel. Los primeros sesenta fueron bastante llevaderos pues, a pesar de una tendencia al ascenso, al seguir el curso del río la ruta permanentemente subía y bajaba, dando bastante respiro. Pero el grueso del ascenso estaba reservado para los últimos treinta kilómetros. Cuando los empezamos a subir, lentamente, una torrencial lluvia nos obligó a parar y refugiarnos en una casa. Amablemente, nos invitaron a quedarnos y nos habilitaron una pieza, con abundancia de insectos pero seca. La familia tenía un pequeño comercio que era el centro de entretenimientos del caserío, con un televisor donde cerca de veinte personas miraban una pelea bastante payasesca de lucha libre, y una mesa para jugar al carambole, una especie de pool con fichas en vez de bolas, que se impulsan con los dedos en lugar de tacos. Los abundantes jóvenes del lugar, entre ellos quienes nos invitaron a quedarnos, se divirtieron largo rato con nuestro fracaso en este juego.
La subida fue fuerte al otro día, como prueba el promedio de velocidad que no llegó a los 7 km/h. La ruta dejó de bordear los ríos y ascendió en forma frontal la montaña para acceder al valle de Kathmandú. Al llegar a la cima, después de cerca de tres horas de ascenso, una lluvia torrencial se volvió a largar, haciendo peligrosa la bajada en un camino resbaloso por el abundante barro. La entrada a la capital del país, atravesando unos pobres suburbios, no fue por suerte muy larga, y pronto llegamos al barrio turístico conocido como Thamel, donde nos alojamos.
Ver las fotos del ascenso al Valle de Kathmandú
KATHMANDU Y DESPUéS
Kathmandú fue la meca del hipismo en los 60 y 70, y la base de escaladores y trekkers que se dirijen a los altos picos del Himalaya. También es la concentración de población más importante del país, sede del gobierno y de la importante comunidad de migrantes tibetanos. Visitamos el Durbar Square, una enorme concentración de templos hunduístas y budistas (o de ambos cultos simultáneamente) rodeando un gran palacio que albergó durante siglos a los reyes de Kathmandú primero y, luego de la unificación por las armas del rey gurkha Prithvi Shah en el siglo XVIII, de los reyes de Nepal hasta principios del siglo XX. Actualmente, Durbar Sq. es un sitio del Patrimonio Mundial de UNESCO, frecuentado por turistas pero también ampliamente usado como lugar de culto por los nepalíes y numerosos peregrinos de India y otros países vecinos.
En las afueras de la ciudad visitamos también el histórico templo budista de Swayambhunath, donde monjes y peregrinos dan vueltas a la estupa dorada en el sentido de las agujas del reloj, recitando mantras y haciendo girar las ruedas de oración (una curiosa forma de automatización del rezo, haciendo rodar con las manos los rollos con oraciones en mucho menos tiempo de lo que se tarda en recitarlas).
Recorrimos hasta cansarnos las callejuelas de la ciudad, donde a pesar de los poco respetuosos motociclistas que la transitan a altas velocidades pudimos seguir disfrutando de los últimos días en esta zona de Asia, antes de volar a Vietnam para recorrer el sudeste asiático.
Ver las fotos de la ciudad de Kathmandú
Ver las fotos de la visita al templo budista de Swayambhunath